lunes, 21 de marzo de 2011

"La sanguijuela de mi niña", amor vampírico

Ha tenido tanto éxito el novelista especializado en humor Christopher Moore ("El ángel más tonto del mundo", "Un trabajo muy sucio") que tenía una gran curiosidad por leer algo suyo, a pesar de que estaba convencido de que no me iba a apasionar demasiado. No me suelen gustar los best-sellers de humor americanos, pese a mi debilidad por algunos escritores de este género británicos, como Douglas Adams, o Sir Terry Pratchett y por el imprescindible y absolutamente magistral autor polaco Andrzej Sapkowski. Para mí que este Moore, pese a que arrasa, sería un imitador pobre del surrealismo de estos autores.

Decidido a comprobar si tiene algo este autor al que bendicen sus seguidores, me decanté por leer "La sanguijuela de mi niña", una historia de amor vampírico, tema que me atrae especialmente a pesar de que Stephenie Meyer ha hecho con este subgénero lo que Hitler con Polonia.

¿Y bien? Bueno, esperaba que fuera horrible y así poder hacer una entrada en el blog poniéndole a bajar de un burro, que suele resultar más gracioso que una crítica insulsa. O bien, que fuera buenísimo y así tenía una buena recomendación para mis lectores. Pero desgraciadamente, ni una cosa ni otra. Ni frío ni calor.

No me ha apasionado, todo me parece convencional, pero también es cierto que he leído el libro de un tirón. Pensaba que tendría más humor, pero se habrá perdido en la versión en español porque este tipo de libros sin un traductor a la altura no tienen gracia (curiosamente lo logra, incluso cuando traduce simultáneamente al autor en directo, José María Faraldo, traductor de Sapkowski).

Eso sí, al menos puedo decir que tiene un momento que me pareció muy divertido. Atención, spoiler: En un momento determinado de la trama detienen al protagonista, reponedor de un supermercado nocturno, por una ola de crímenes y porque tiene en su casa a su novia, una vampira, por el día aparentemente un cadáver normal y corriente. En la celda tiene como compañero al típico tío duro, recubierto de tatuajes, que curiosamente son de Mickey y Donald y otros personajes de Disney.

–¿Por qué estás tú aquí?

–Por violar el copyright.

En realidad, trató de procesarle un abogado de Disney y él le desnucó.

Con todo mi cariño para la compañía Disney (id a ver Enredados, que tiene una gran calidad) es cierto que son bastante tiquismiquis, más allá de la razón. Un conocido tenía un programa radiofónico de música clásica que se llamaba "El aprendiz de brujo". Le llamaron corriendo de Disney para decirle que no podía usar ese título, porque argumentaba el individuo que es propiedad suya por la película Fantasía. ¡Pero si Paul Dukas compuso esa pieza en 1897 cuando Disney ni siquiera había nacido! En fin, los hay 'pesaos'.

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