El sonido es un elemento muy importante en las películas de terror, porque puede dar muy mal rollo. Y sino acordaos del gran maestro, Manolo Escobar, capaz de ponernos los pelos como escarpias, únicamente mediante el uso de su voz. Los grandes directores nos han puesto los pelos como escarpias gracias a sonidos inquietantes, en películas como Alien, el octavo pasajero o El exorcista.
Y los directores malos, de películas con sustos fáciles para adolescentes, nos atemorizan a base de subir el volumen, que es una táctica rastrera similar a que nos pillaran de improviso y nos gritaran en la oreja.
Esto último evidencia que estamos viendo un truñaco que tendrá poco interés. Sus responsables deberían tomar nota de los maestros que conocen ese proverbio tan antiguo que dice "si el efecto sonoro que vas a incluir en tu película no da más miedo que el silencio, no lo pongas", como Michael Haneke, maestro de los silencios, que por ejemplo en Funny Games conseguía dar mal rollo sólo con una tanda de títulos de crédito durante la que no suena sonido ninguno (luego incluye otra tanda con música estridente).
No les hizo falta tampoco sonido a los directores del primer film de terror de la historia, que tenía un título escalofriante: La llegada del tren. Con esta cinta muda, los hermanos Lumière provocaban que la gente huyera despavorida, pensando que la locomotora se saldría de la pantalla.
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