miércoles, 2 de junio de 2010

Muertos vivientes en la Feria del Libro de Madrid

Por fin se ha inaugurado la Feria del Libro de Madrid, una de las citas ineludibles para los adictos a los libros. Este año no ha llovido, curiosamente, algo que me extraña, pues viene a ser una tradición que en cuanto abren la feria, cae el Diluvio Universal, paradoja que quedó reflejada en el popular refrán castellano "Cuando la feria del libro abre sus puertas, coge el paraguas gilipuertas".

Entre las novedades interesantes para los apasionados del terror, me llama la atención "Zombies para Zombies", el primer manual de autoayuda para muertos vivientes. Es un libro muy útil, claro, porque nunca se sabe cuándo te puede morder uno, y que te conviertas en un personaje de una película de George A. Romero.

El libro está lleno de consejos muy útiles para tu nueva 'vida'. Por ejemplo, existe un capítulo titulado "Tú puedes sanar tu postvida: cuidarse y arreglarse", que explica que por el mero hecho de ser un zombie no hay razón para salir sin arreglar a la calle. En otro apartado se revisan las reglas de urbanidad y comportamiento, porque una cosa es ser un zombie, y otra muy distinta ser maleducado.

Por increíble que parezca, en la feria del libro están más que acostumbrados a los muertos vivientes. Por ejemplo, cuentan en la caseta de información, del Paseo de Coches del Retiro, que aún recuerdan el día en el que llamó por teléfono un periodista para preguntar si era posible entrevistar a Kafka. "A través de la ouija es posible que sí", le hubiera contestado yo. Periodista tenía que ser. En una caseta aseguran que un lector despistado se acercó para preguntarles: "¿Dónde firma Edgar Allan Poe?". La verdad es que tendría su gracia que Poe resucitara como un personaje de uno  de sus cuentos, para ir a encontrarse con sus fans.

Ricardo Serna, reputado escritor aragonés, cuenta que un día estaba firmando ejemplares de uno de sus libros, cuando se le acercó una señora muy arreglada que le contó que era para ella una gran alegría haber dado con él por fin, porque llevaba mucho tiempo esperando que le dedicara uno de sus libros. Encantado con los halagos de aquella mujer, Ricardo Serna le dijo que no había ningún problema, y ella le sacó un ejemplar de "El novelista", de Ramón Gómez de la Serna. En lugar de romper su ilusión, decidió escribirle las siguientes palabras: "Para María Fernández, cuya fe de lectora traspasa los tiempos de vivos y muertos". La dama se fue tan contenta. "Qué le vamos a hacer", le explicó el escritor al librero que le acompañaba. "Estaba tan emocionada. Espero que don Ramón no me lo tenga en cuenta".

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