lunes, 23 de mayo de 2011

Cartas a una vasca conocida

A petición del público, sobre todo de algunas simpáticas lectoras que me lo han pedido expresamente, continúo cotilleando sobre mis experiencias con la chica vasca más adorable jamás nacida. Aunque ella es un sol (no os podéis ni imaginar), la cosa no va nada bien, ¡una pena!

Resulta que como no suelo tener mucha suerte (una vez compré una fábrica de gorros y empezaron a nacer los niños sin cabeza), nada más conocerla la destinaron lejos, a otra provincia española. Desde entonces nos hemos visto varias veces, pero sobre todo nos hemos relacionado a través del correo electrónico. ¿Esto ha sido bueno? Sí, pero contraproducente.

Me explicaré, resulta que soy mucho mejor en mi medio natural, o sea, por escrito, que en persona, que tiendo a ser bastante soso. Todos aquellos que me sigan a través de este blog tendrán una idea de mí posiblemente equivocada, pues pensarán que hablo como escribo y resulta que no, en el mundo real no tengo mucha gracia y soy más bien poca cosa.

Por poner un ejemplo lejano pero ilustrativo, soy como el pintor de El retrato de Dorian Gray, cuyo encanto personal era inversamente proporcional a su genialidad como pintor. También me parezco a Rita Hayworth, cuando dijo aquello de que "los hombres se acuestan con Gilda, pero se levantan conmigo". Se la mitificaba a la pobre por su trabajo en el cine, en la legendaria película, y luego resultaba ser una chica de lo más normal.

O sea, que para mi desgracia, conecto con la dama de mis sueños por escrito pero no en persona. Además, como es una chica de lo más interesante, me intimida y me pone nervioso. Estoy condenado a que mantengamos una relación epistolar como Machado con Guiomar, y que no quedemos nunca para no estropearlo. Espero escribir algo potente, como la Carta de una desconocida, pero a una conocida. Suena muy romántico, en fin, continuaré cotilleando lo que ocurra...

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