Según cuenta el libro, a Jobs le presentan un día al Rey Juan Carlos, de España, y de repente el monarca saca una pluma y le firma un papelajo. "¿Qué ha pasado?", le preguntan a Jobs, y él responde: "Le he vendido un ordenador".
Como era tan perfeccionista, le costaba encontrar muebles totalmente a su gusto, así que tenía la casa medio vacía.
Parafraseando su propio eslogan, Jobs era "sencillamente genial". En 1982 le preguntaron si quería realizar una investigación de mercado para sus productos, pero él respondió: "¿Para qué? ¡Si nuestros clientes no saben lo que quieren hasta que se lo mostramos!". Y lo más curioso es que tenía razón, a juzgar por la cantidad de mails pijos que recibo con la etiqueta "o sea, enviado desde mi iPhone", a los que respondo con textos 'enviados desde mi cutre-PC de desecho comprado de saldo en una tienda de segunda mano'.
No me extraña que el mismo Jobs eligiera como su biógrafo a Isaacson, autor de libros sobre Albert Einstein y Benjamin Franklin. Es un escritor conciso que se ha documentado como una bestia y sabe mantener la atención del lector. A principios de 2004, Jobs le llamó para pedirle que diera con él un paseo, como solía hacer con las personas a las que tenía que comunicarle algo importante. Mientras caminaban, le propuso que escribiera un libro sobre él, pero Isaacson se mostró reacio. Aquel tipo estaba en la cima de su carrera. ¿No sería mejor esperar a que se jubilara y así podría contarlo todo sobre él? Le contestó que por el momento no estaba interesado.
Cinco años después, Laurene Powell, la esposa de Jobs, acude a hablar con Isaacson para decirle: "Si piensas escribir alguna vez un libro sobre Steve, más vale que lo hagas ahora". Estaba ya muy gravemente enfermo. En aquel encuentro, Powell le confesó al autor que la primera vez que Steve le había llamado ya le habían diagnosticado la temible enfermedad, aunque la mantenía en secreto, y estaba a punto de someterse a una compleja operación.
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