Para asegurarse de que el film fuera 'de traca', al 'sobrinísimo' de Coppola no se le ha ocurrido otra cosa que ponerse a las órdenes de los post-modernos Mark Neveldine y Brian Taylor, cuyas películas no se sabe muy bien si son comedias o no. Fueron los creadores de la monumental Crank, veneno en la sangre, en la que Jason Statham ha sido envenenado y morirá si su cuerpo no genera la suficiente adrenalina, por lo que se pasa toda la cinta corriendo a toda pastilla, y en un momento de delirio y desfase total, necesitado de emociones fuertes, decide acostarse con la 'churri' en un lugar público. "Es como Speed, pero con un tío", decían de ella sus creadores.
Los Neveldine-Taylor siguen en la misma onda, pues algunos diálogos son impagables: "Estoy muy unida a ese niño, porque es toda mi vida", y la respuesta es "¡Entonces tenemos que evitar que se convierta en el anti-cristo!". O una voz en off que anuncia que "el Motorista puede ver en tu interior, así que ten cuidado si has cometido algún pecado, aunque sea venial, como una mentira piadosa, o una descarga ilegal...". ¡Pasmoso!
Se veía venir. Por su trayectoria descendente no estaba muy lejos el momento en el que la carrera de Cage se cruzaría con la de Christopher Lambert, que aparece en el film con unas melenas y unas pintas demoníacas que no se pueden explicar con palabras.
Por su parte, Cage se desmadra hiper-exagerando sus gestos, hasta el punto de que en vez de al Motorista Fantasma, se parece a La máscara. Y es que Cage es el nuevo Jim Carrey. Casi se agradece que durante la mitad del metraje su rostro haya sido sustituido por una calavera ridículamente animada por ordenador. Sin duda, Cage ha dejado el nivel bastante alto, aunque visto lo visto, seguro que nos volverá a sorprender aún más en la siguiente.
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