Cierto es que el maestro ha rodado el mejor film equino posible, y demuestra un vigor visual, un talento y una veteranía inigualables, pero todo me suena a ya visto en su cine. Y es que viene a ser E.T., el extraterrestre, con un homenaje al momento 'flying' incluido, pero sustituyendo al alien por un caballo, del que el niño se separa por la guerra, estilo El imperio del Sol, y con una carga de infantería muy potente pero que nadie ha visto sin pensar inmediatamente en el principio Salvar al soldado Ryan. Se podían haber ahorrado, eso sí, el momento 'Heidi', con huérfana acogida por su abuelo con barba blanca en la montaña.
Así las cosas, uno podría pensar como Homer en un célebre capítulo de Los Simpson. Tras sufrir una decepción fílmica encuentra en el videoclub una peli de Clint Eastwood, un valor seguro del cine viril –le dice a su hijo–, pues siempre mata a mansalva en sus películas. Desgraciadamente, el film en cuestión resulta ser La leyenda de la ciudad sin nombre, donde para desesperación del gran Homer resulta que Clint canta...
Me meto a ver lo nuevo del tito Clint, que sí entiende al público masculino hetero y en general a los que nos aferramos a continuar con la mentalidad de la Era de las Cavernas. Pero resulta que nos ha abandonado y J. Edgarpasa por encima de la captura de Al Capone y similares y se centra mucho más en la homosexualidad reprimida del protagonista (no en vano tiene como guionista al excelente Dustin Lance Black, ganador del Oscar por Mi nombre es Harvey Milk).
Vuelve el hombre, con once amigotes
Deprimido tras dos horas de Leonardo DiCaprio lloriqueando porque su madre le domina, entro en una profunda crisis cinéfila. Así, no me queda otra que repetir el ritual que me hace reafirmarme en mi hombría cinéfila desfasada, decadente y políticamente incorrecta: el visionado de Doce del patíbulo, la cumbre del cine machote.
En mi opinión, deberían haber optado por una traducción literal del título original, o sea "Los doce guarros", que se llaman así porque su líder, el mayor Reisman les prohíbe asearse hasta que no acabe la película.
Atención al repartazo de macho-men, pero de los de verdad. El tal Reisman no podía ser otro que el gran Lee Marvin, que con su aspecto simiesco y voz gutural se habría comido a La Roca, a Jean-Claude Van Damme y aSteven Seagal todos juntos. Le acompaña el cara de "pocas tonterías si no quieres que te dé una somanta de palos"Charles Bronson, genial como el ex minero Wladislaw, que ni se lo había pensado dos veces a la hora de pegarle a un tiro a un oficial que mandaba mucho, porque se largaba con el botiquín. "Sólo cometió un error: Permitió que alguien viera cómo lo hacía".
Siempre me ha encantado el personaje del gigantón Clint Walker, un 'cacho pan' adorable, simpático y tranquilo, salvo porque tiene el pequeño 'problemilla' de que le entra la locura si alguien le empuja. Había cometido semejante insensatez un desgraciado al que él, de un solo puñetazo, le empotró la mandíbula en el cerebro.
Completan el elenco el ex jugador de fútbol Jim Brown, una bestia parda que interpreta a un negro que había aniquilado a unos racistas asquerosos que querían castrarle, un jovencísimo Donald Sutherland, los veteranísimos Ernst Borgnine y George Kennedy, y el gran John Casavettes, cuyo personaje es un gángster que se llama Franko, así que para evitar complicaciones políticas en la España de la época le rebautizaron en el doblaje como Frankie.
Y tras volver a visionar esta reafirmación de la masculinidad ya vuelvo a ser yo mismo. Si a alguien no le gusta Doce del patíbulo, que lo diga y yo le comentaré dónde podemos quedar para discutirlo como hombres. El próximo fin de semana veré Grupo salvaje.
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