lunes, 13 de febrero de 2012

La tentación vive en tu smartphone

Frecuentemente me preguntan si estoy en 'guassap', tiene 'guassap' la cosa, pero no, lamentablemente no, me he quedado más desfasado que el rodapié de las cuevas de Altamira. Que si es muy cómodo para mandar mensajes, que si son gratis, que si no estás a la última no eres nadie... Pues bien, prefiero seguir no siendo nadie.

El problema es que no quiero convertirme en un esclavo del smartphone. Me conozco, y sé que por ejemplo, cuando estoy en casa a veces enciendo el ordenador para ver si tengo correo, y cuando compruebo que no, recuerdo que lo miré cinco minutos antes. Sé que me pasaría también con móvil, y prefiero evitarlo.

Soy cinéfilo entre otras cosas por lo relajante que me resulta entrar en un cine y pasar hora y media en otro mundo, dejando entre paréntesis los problemas, preocupaciones de trabajo y demás. Esta semana, he estado disfrutando en una sala de proyección de My Week With Marilyn, que cuenta el rodaje de El príncipe y la corista, o sea básicamente la confrontación entre -según explica muy bien el irónico-británico guión- un Lawrence Olivier que era un gran actor y quería convertirse en estrella de cine, y una Marilyn que era un gran estrella y quería mejorar como actriz.

Mientras disfrutaba de los trabajados gestos de un Kenneth Branagh estupendo en el papel de Lawrence, el divo que siempre quiso ser, no podía evitar fijarme de reojillo en mi compi de al lado, una inteligente y deslumbrante crítica de cine que jamás me volverá a hablar si llega a leer estas líneas, pero que consultaba periódicamente el móvil mientras yo sonreía pensando que se estaba perdiendo detalles geniales.

No quiero parecer uno que mira por encima del hombro a los demás. Ojalá pudiera darle consejos a la gente como una madre, que cuando te dice algo -no hace falta que sea la tuya, puede ser la madre de otra persona- no parece que lo diga con ninguna maldad, sino que está realmente preocupada por ti. Desgraciadamente, cuando yo le digo algo a alguien parezco un pedante resentido. En todo caso aconsejaría a personas como mi atareada colega que no se dejaran invadir por las obligaciones profesionales en el cine, el mejor resquicio para apearte del mundo por un ratillo.

El caso es que me sorprende un poco que cada vez más gente sufra este pequeño 'problemilla'. Hace poco estaba viendo en un cine otra película, un poco más aburrida, cuando comprobé que medio patio de butacas tenía encendida la luz del móvil, hasta el punto de que parecía que estaba dentro de la secuencia final de Encuentros en la tercera fase. Pues bien, ellos se lo pierden.

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