Mauro Entrialgo nos ha alegrado a los friquis la vida con sus particulares y encantadores dibujos pop desde hace mucho tiempo, en mi caso desde sus años en la revista Makoki, donde él empezó a publicar cuando yo tenía 10 años. Acudo (con el carismático Raúl Rolo, que me avisó del evento) a la presentación en un céntrico café madrileño de su excelente y mastodóntico recopilatorio, "El dibujosaurio".
Me dan que pensar las palabras de Lorenzo Pascual, de Diábolo Ediciones, al presentar el acto, pues señala muy acertadamente que en su caso cuando empezó a seguir las ilustraciones de Entrialgo, era un niño que ni se imaginaba que tendría algún día una relación profesional con su ídolo, y que éste le parecía entonces (como también a mí) un adulto mucho más mayor que él. Y ahora, el ilustrador de Vitoria debe andar por los 46 ó 47 años, parece estar en plena forma, y mantiene un look muy pop y juvenil, por lo que ahora parecemos nosotros más viejos que él. Curioso que el tiempo resulte ser tan relativo.
Hasta ahora siempre he pensado que las creaciones de este gran dibujante, como "Herminio Bolaextra", "El demonio rojo", "Tyrex", "Alter Rollo", "Ángel Sefija" y dibujos varios (no se sabe muy bien de dónde saca tantas ideas para publicar semanalmente), se bastaban y se sobraban por sí mismas para hacer reír, y también pensar un poquito sobre la realidad social. Pero resulta que ganan todavía más explicadas por el propio Entrialgo, que en persona es realmente hilarante.
Nos contó a los presentes el origen de muchas de las obras que aparecen en "El dibujosaurio", algunos desencuentros con editores (muchos son casi tan espantosos como los de libros de cine), anécdotas varias de concejales de cultura que le cambiaban detalles de sus obras para justificar su sueldo, etc. "No sé por qué a veces algunas empresas han contratado a otros ilustradores para imitar mi estilo. ¡Se deben pensar que soy caro!".
La patata que se preparaba para ir a la 'disco'
Por ejemplo, recordó –es difícil contar esto con la gracia que tiene él– que los hermanos Izquierdo, que se dedicaban a distribuir patatas, requirieron sus servicios para dibujar un cartel que esperaban colocar en las tiendas, con el objetivo de contar a los futuros compradores que la cosecha de patatas de ese año iba a ser excelente. Ellos mismos le habían dado la idea de que saliera una patata maquillándose y acicalándose (se puede ver la ilustración final acompañando este texto) para ir a la discoteca.
Así que el hombre "se lo curró", se inventó que se pudiera ver el local al que iba a ir la patata desde la ventana, para contar todo en un mismo dibujo, y la verdad es que le quedó un póster simpático. Cuando quedó con los Izquierdo para entregarles el material, dice que fueron muy cordiales, y también que le pagaron puntualmente, pues los pequeños empresarios son por norma general mucho más honrados que muchos de los grandes, que a veces se resisten a cumplir sus compromisos... Y aunque la reunión fue grata, Entrialgo notaba que algo no acababa de funcionar, como si a sus jefes no les cuadrara algo.
Pasó el tiempo, y Entrialgo se extrañó de que las tiendas tardaban en poner el cartel. Como al cabo de algunas semanas seguía sin estar, acabó preguntando qué había pasado con su creación.
–Es que uno de los empresarios tenía un hijo pequeño. Y resulta que el chaval estaba bastante desconcertado con el dibujo –le contestaron al perplejo ilustrador.
–No entiendo, ¿por qué? –dijo Entrialgo.
–Es que el niño no acaba de entender muy bien cómo es posible que una patata... ¡puede tener un gato!
O sea que al chaval le cuadraba que una patata tuviera piernas y brazos, que se pintara los labios frente al espejo, que usara secador, que fuera a la discoteca, etc. Pero lo del gato le tenía asustado... Es curiosa la infancia... En cualquier caso, aquel que tenga conocimiento de alguna presentación de Entrialgo, que no deje escapar la ocasión de acudir. Por cierto, resulta ser un tío estupendo, que hasta me ha pasado el dibujillo de la patata para que lo pueda poner en el blog.
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