Pero por una paradoja cósmica inexplicable, se nos da estupendamente el terror, desde los tiempos de las valiosas ¿Quién puede matar a un niño? y La residencia, de Narciso Ibáñez Serrador.
El caso es que la película más terrorífica que he visto últimamente es española. Me refiero a Secuestrados, que llega hoy a las carteleras, y que se enmarca en esta tendencia del cine actual de buscar el realismo más extremo, lo que bien aprovechado puede dar mucho miedo.
El segundo trabajo de Miguel Ángel Vivas, tras Reflejos, está construido fundamentalmente a base de esmerados planos-secuencia, que acentúan la sensación de realidad, y recuerdan a los documentales. No busca crear terror con monstruos del averno sino con algo mucho más rutinario: las bandas paramilitares de individuos de Europa del Este que irrumpen en chalets para perpetrar violentos robos. Desgraciadamente, historias similares a la que cuenta esta cinta aparecen regularmente en los medios de comunicación y sino que se lo digan a José Luis Moreno.
Eso sí, el final es tan burro que la cinta fue calificada como "la película más bestia de Sitges" de la edición de este año. No lo es, pues al lado de la inenarrable A Serbian Film, Secuestrados parece una cinta de Walt Disney, pero digamos que sería la segunda clasificada.
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