Vuelvo con las palomitas, un asunto serio que me tiene muy preocupado, porque resulta que incluso ha muerto gente por comerlas en los cines. El año pasado un tipo perdió los nervios porque no podía enterarse de nada debido al insoportable ruido que hacía uno de los espectadores durante la proyección de Cisne negro. Cuando empezaron los títulos de crédito le descerrajó un tiro en la cabeza... Se ve que el film de Darren Aronofsky engancha mucho, porque a pesar de lo enfadadísimo que estaba, el asesino esperó a ver cómo terminaba, posiblemente porque en la cárcel nadie iba a saber decirle qué pasaría con el personaje de Natalie Portman.
Siempre me han dicho que las películas no dan beneficios a las salas, pues lo que da pasta realmente son las palomitas. Cuando se les ha acusado de que los precios de las mismas son astronómicos, los cines siempre han alegado en su defensa que los precios altos del ambigú les permitía mantener muy bajo el precio de las entradas. No sé qué tendrán que decir ahora que las entradas son cada vez más caras... ¡Yo pagué 11 euros –hay que ser ‘pringao’— por el último Torrente! Claro, no tuve pelotas para preguntar cuánto costaba una botellita de agua!
He estado indagando sobre el tema, y resulta que la costumbre de comer palomitas en los cines empezó durante la crisis del 29. En aquel tiempo, la gente vivía en unas condiciones tan malas, que abarrotaban las salas a ver si se evadían un rato con Fred Astaire y Ginger Rogers bailando divertidas coreografías, o con Clark Gable conociendo casualmente a una millonaria en el autobús. El único problema era que resultaba un poco difícil disfrutar con el estomago totalmente vacío. A un genial empresario –sin duda familiar del inventor de las uvas de Nochevieja— se le ocurrió la brillante idea de engañar al hambre con maíz, pues como vivía en Estados Unidos estaba rodeado de granos de este cereal, así que materia prima no le faltaba... En aquel tiempo, tenían un margen de beneficios del 2.500%. ¡Qué pasada! Hoy en día sigue siendo un negocio redondo, pues según The Hollywood Reporter, el 85% de lo que te cobran los cines por las viandas son ganancias. En tiempos de recesión, la gente invierte en oro, que siempre se revaloriza. Pues bien, están equivocados. ¡Parece mucho más rentable invertir en granos de maíz!
Ahora que tenemos otra crisis cada vez peor (si a la otra la llamaron la Gran Depresión no sé cómo se va a conocer ésta en los libros de historia), a este paso no nos vamos a poder permitir ni comprar palomitas, ni la entrada del cine... Como Rajoy no acierte mucho, vamos a tener que buscar bayas silvestres, y quedarnos en casa viendo Telecinco...
No hay comentarios:
Publicar un comentario