lunes, 26 de marzo de 2012

Denuncia al cine por el precio de las palomitas

Sí, yo como palomitas en los cines. 

Soy consciente de que los cinéfilos puristas, Carlos Pumares, y los seguidores de Carlos F. Heredero, consideran que se trata de una auténtica herejía, pero me retrotrae a la infancia. ¡Qué se le va a hacer! Creo que se pueden comer de forma discreta y silenciosa, aunque abundan los primates que se recrean removiéndolas con la mano un buen rato con la única razón aparente de molestar todo lo que puedan a los espectadores de alrededor.

La última novedad palomitera es que hace unos días, Joshua Thompson, un tipo de Michigan, denunció a los cines por el elevado precio de las mismas. Al joven le habían cobrado la friolera de 8 dólares por la bebida y un paquete de cacahuetes, tres veces más de lo que había pagado en otros lugares, según sus declaraciones.

¡Bien! ¡Alguién tenía que hacerlo! Recuerdo haber ido alguna vez al bar de la sala, pedir unas con coca-cola, y resulta que la factura ascendía a siete euros (mil y pico pesetas), lo que me parece una burrada (se puede comer el menú del día en muchos sitios por poco más). Y aunque he pensado que era un poco robo, lo cierto es que tampoco parece que se haya vulnerado ninguna ley. Porque vamos a ver, imaginad que yo abro mañana un bar en el que cobro la caña a 6000 euros. Previsiblemente, no tendré mucha demanda, pero si llega algún medio idiota que piensa que mi producto es especial y se toma una, allá él... El caso es que aunque no soy abogado, dudo que se me pueda procesar por nada. Ignoro por completo la legislación americana, pero tampoco creo que tengan una ley que regule los precios abusivos.

Aprovechando que este blog no lo lee ningún empresario del sector de la exhibición, o eso espero, confieso que cuando me apetecen, acudo al súper más cercano, donde las consigo con una lata de refresco por un euro. Después hago contrabando al estilo de Mark Wahlberg en Contraband. También es cierto que los porteros no parecen tener orden de vigilar celosamente que no introduzcamos alimentos de estraperlo en el recinto, porque nunca me han dicho nada. Existe cierto protocolo, no escrito, según el cual, yo las escondo un poco, el empleado mira hacia otro lado, y punto pelota.

Se ve que con tanta Ally McBealDaños y perjuiciosPerry Mason, y demás series y películas de abogados, estos yanquis lo judicializan todo. Por lo que he leído el tal Thompson no tiene muchas posibilidades de que su demanda prospere. Eso sí, ha logrado el aplauso y el reconocimiento de toda la comunidad cinéfila internacional.

Continuará...

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