Pero ahora que María no nos lee, os puedo confesar que he "flipado" viendo la película. No se lo contéis a María, que luego se va a creer importante, y se pone imposible.
Ink está escrita y dirigida por un cineasta independiente jovencísimo que se llama Jamin Winans, hasta ahora totalmente desconocido. El hombre ha creado su propio universo fantástico muy en la línea del británico Neil Gaiman. Cuando cae la noche, aparecen unos seres invisibles que visitan a las personas que duermen para encargarse de que tengan sueños estupendos. Pero también hay otros tipos siniestros, también invisibles, que provocan que sufran terribles pesadillas. Una especie de monstruo narigudo deforme, Ink, secuestra a una niña a la que pretende entregar a los portadores de pesadillas para que le conviertan en uno de ellos. Un variopinto grupete de portadores del sueño intenta liberarla...
¿A que está bien el argumento? Pues el tal Jamin Winans disponía de cuatro pesetas para rodar todo esto que os acabo de contar, que ninguna "major" rodaría por menos de 100 millones de dólares. Sin embargo, ha conseguido estirar esas cuatro pesetas a base de talento, con secuencias muy logradas. La resolución visual es muy imaginativa y original, muy en la línea del cine surreal de David Lynch. Atención al aspecto de los portadores de pesadillas o del propio Ink, personajes tan sugerentes como desconcertantes.
Es verdad que los actores parecen sacados de un grupo de aficionados, y que algunos momentos son un poco cutres por falta de dinero. Pero lo compensa sobradamente con ideas geniales.
Y encima no es una película vacía, sino que es una potente reflexión sobre las relaciones paterno-filiales y el egoísmo. Toma ya. Es hasta poética. No me cabe duda de que seguiremos oyendo hablar de Winans en los próximos años.
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