miércoles, 28 de julio de 2010

Drácula es también un helado


Estos días calurosos me recuerdan que Drácula no sólo es mi novela de terror favorita, sino también uno de mis helados más queridos. Me trae adorables recuerdos de mi infancia, ya que existe desde los años 70, y ha sobrevivido al paso del tiempo, a diferencia del Nifty, unos fantasmitas cuya alma ya hace tiempo que descansa en paz, y del Frigo Pie, que se fue lejos, posiblemente caminando, ya que no puede hacer autostop como el Frigo Dedo.

A veces sigo comprando el helado de Drácula, cuyo sabor me retrotrae a la infancia como la magdalena de Proust. En mi memoria es un helado enorme, y ahora me resulta muy pequeño. No sé muy bien si yo he crecido, el helado ha disminuido o han sucedido exactamente las dos cosas.

También recuerdo que posiblemente gracias a mi imaginación infantil, cuando mordías la primera capa de coca-cola, que reproduce la capa del Conde Drácula, brotaba sangre a borbotones, que en realidad era helado de fresa, hasta tal punto que me ponía la ropa perdida, y mi madre me gritaba más aterrorizada que si hubiera aparecido el auténtico conde en persona.

Recuerdo haber trabajado ocasionalmente en un puesto de helados ochentero y era muy divertido. Cuando me pedían uno que se llamaba Camy Seta, preguntaba de qué talla lo querían. También tenía uno con forma de labios que se llamaba Mua Mua, así que cuando una chica de buen ver te pedía que le dieras un Mua Mua le podías dar dos besos.

Aunque Drácula es el helado friqui por excelencia, y forma parte de la cultura popular, hubo otros helados vinculados al género fantaterrorífico, como el Colajet, que simulaba una nave espacial y se vendía con publicidad de La guerra de las galaxias, y a veces tenia premio. En el palo te podía tocar otro. Aunque por regla general, soy malísimo en los juegos de azar, recuerdo una tarde en la que tuve una racha de suerte y me tocaron tres seguidos. ¡Acabé con dolor de tripa!

También había más helados monstruosos, como la Mikobruja, o el Frigurón, que remitía a la angustiosa cinta de Steven Spielberg. Ojalá hubiera seguido la moda y hoy tendríamos helados con forma de Jigsaw, el psicópata de la saga de Saw, o de Belén Esteban.

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