Acudía a comprar verduras al supermercado de unos grandes almacenes del centro mucho menos ilusionado que cuando podía comprar comida grasienta (la edad no perdona). De repente comentan por megafonía que firma su último trabajo, “Jubilación... ¡a los 90!”, un insigne y destacado personaje. Se trata nada más y nada menos que deFrancisco Ibáñez, el creador de Mortadelo y Filemón.
No es difícil encontrarse al barcelonés Ibáñez alguna vez en la capital del reino. A la Feria del Libro acude de vez en cuándo. Como forma grandes colas, y hay que estar allí un rato hasta que te toque, nunca lo había intentado. Además, no suelo pedir autógrafos, salvo en una ocasión en la que le pedí uno a Guillermo del Toro, porque el 'friqui' mexicano te firma y se dibuja a sí mismo.
Recuerdos de la infancia
Al enterarme de su presencia, me vinieron a la memoria dos de mis primeros recuerdos más significativos. El primero es del día en que mi madre me dejó por primera vez en un colegio, y me llevé un enorme disgusto cuando me abandonó como a Marco, que al menos tenía a su mono Amedio. Tenía tres años, pero era un trasto en casa y no me extraña que me llevaran al cole antes que a nadie.
El otro es de cuando debía tener cuatro o cinco, y le pedía chucherías a mi padre, pero él me vino con dos tebeos de “Mortadelo y Filemón”. Recuerdo una mezcla de frustración por no haber recibido caramelos y de cierta fascinación por aquellos dibujos tan extraños de dos simpáticos personajes calvos. Mi padre me aseguraba que eran muy buenos. Gracias a haber sido cruelmente abandonado en el cole, lo cierto es que sabía leer y pude disfrutarlos.
Al acordarme de esto decidí subir a ver si había mucha gente. Al menos podría ver la cara de aquel tipo, que estimuló como nadie mi imaginación, y sin el cual ahora estaría trabajando en un banco, ganando un pastón, con la vida asegurada, como él antes de crear a sus famosos personajes.
No había mucha gente, por suerte no se había enterado casi nadie. Finalmente decidí quedarme, y cogí un ejemplar del nuevo tebeo, donde con su habitual sentido del humor Ibáñez critica que nos retrasarán la edad de jubilación. Para que los curritos puedan estar en forma y seguir trabajando a una avanzada edad, el profesor Bacterio inventa una pócima, con resultados desastrosos. Aparecen estrellas invitadas de auténtico lujo. La verdad es que a pesar del tiempo transcurrido, me seguía haciendo mucha gracia aquel tebeo.
Cuando al fin me tocó que me atendiera Ibáñez, fue alucinante... ¡Vaya crack! A quien no le conozca, si tiene ocasión, le recomiendo que espere la cola. El hombre está en plena forma a sus 75 años, ilusionadísimo, pintando muñecos a sus seguidores con una sonrisa y haciendo gala de gran vitalidad.
-Aquí donde me ve, sigo sus tebeos desde hace 35 años –le dije finalmente– y aunque se supone que ya soy adulto, cuando he visto la nueva portada me moría de la risa...
-¿Sólo 35? -me contestó él-. ¡Pues eso no es nada! ¡Yo llevo 50 años haciéndolos!
Para mi alborozo se puso a dibujarme un muñecajo de Mortadelo.
-Esperemos que usted no se jubile. Ni a los 90 ni a ninguna edad...
-Uy, eso quisiera yo... ¡Pero no me dejan! Cuando intento sacar el tema me cambian automáticamente de conversación. Me tienen casi encadenado a una mesa haciendo monigotes.
Me entregó el cómic dedicado y me estrechó la mano. En algún lugar de mi interior, el niño que fui una vez se siente extremadamente feliz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario